Artículo - Montessori habla de pedagogía científica


POR CARMEN SANCHIDRÍAN B. / MAYO 2006



Montessori habla de Pedagogía Científica, término que como sabemos, aparece en las tres primeras publicaciones de María Montessori para luego transformarlo en El descubrimiento del niño. Este título manifestaba su vinculación con la naciente ciencia de comienzos del XX y su confianza en la posibilidad de que existiera una Pedagogía científica. Con tristeza se reconoce que la propuesta no pueda ser calificada así, en sentido estricto. El hecho de tener plena confianza y una actitud de búsqueda empírica, esa Pedagogía no es poco hoy en día, ya en pleno siglo XXI. Por lo tanto, hace cien años, la suya, era una actitud realmente innovadora y más aun proviniendo de una mujer médico; es decir, de un campo científico que ha asumido ese carácter de científico para la medicina, pero ha sido muy reacio a concedérselo a otros ámbitos como la psicología y, menos aún, a la pedagogía. De hecho, nos habla de una Pedagogía Científica basada en la Antropología Pedagógica y en la Psicología Experimental, de las que debe deducirse la renovación de la escuela.

Su método no es el resultado de experimentos, tal y como hoy lo entendemos, sino que es el resultado positivo de una experiencia que pretende extenderse a otros contextos y de hecho se logra con buenos resultados; pero tiene una fuerte prevención hacia la "psicología de laboratorio" y hacia una Pedagogía basada en la Psicometría y los test de inteligencia.

Es muy importante por su parte, el tener conciencia de que para llevar a cabo una reforma educativa hay que cambiar todos los elementos que intervienen, es decir, desde los elementos personales como los maestros, el papel de padres y la actividad y actitud de los niños, hasta los materiales (edificio, aulas, mobiliario y material didáctico). En este punto, creo que es brillante lo que podemos llamar "tratado de los bancos escolares como paradigma de la esclavitud en la escuela", incluso cuando diversas ciencias (antropología, Fisiología, Psicología e Higiene) han creado bancos científicos que obligan al niño a la mayor inmovilidad. Estos bancos, junto con los premios y castigos exteriores, serán yugos, las cadenas que sostienen la educación y de los que hay que liberarse; esto es, que todo el progreso humano se deba a la fuerza interior.

La lectura de la obra de Montessori, y en concreto de esta Pedagogía Científica, es estimulante y actual en el sentido de que despierta el deseo de contestarla, de pedirle aclaraciones, de rechazarla en un punto y de admirarla pocas páginas después; sobre todo porque leemos una obra de 1909 con el bagaje histórico y cultural de cien años después..., es decir, estamos en las condiciones en que cada generación se enfrenta a sus clásicos. Montessori trasmitía sinceridad y seguridad en sí misma, lo que puede explicar en gran parte, su éxito. Debía ser una buena comunicadora, con una aureola de triunfo, de éxito a su alrededor, era mundialmente conocida, halagada y adulada y quizá lo que pretendía era conquistar almas, "el único premio exterior posible", "el mayor placer y el único premio que representa una compensación", como ella dice en su Pedagogía Científica. Y sin duda lo consiguió, llegando a ser propuesta, como dijimos, candidata al Premio Nobel de la Paz.

En este sentido, volviendo al principio, podemos afirmar que nos hallamos ante un clásico de la pedagogía, ante un personaje y una obra que no nos deja indiferentes. Montessori fue una mujer de su tiempo en el sentido de que, en ese momento, en esas circunstancias, con dos guerras mundiales que pusieron en vilo a toda la humanidad, el mundo pudo encontrar respuestas a algunas de sus grandes interrogantes. Hacía falta algo y ella lo ofrecía (como hicieron otros pedagogos, psicólogos, biólogos, historiadores o sociólogos que no tuvieron tanto éxito con una enorme seguridad en su propuesta). ¿Era científico? ¿Era experimental en el sentido que hoy, le damos al término? ¿O era, más bien, la descripción de una experiencia? Hoy reconocemos que su discurso no cumple con las exigencias de la ciencia, pero esto no le quita valor a sus principios educativos y a la lógica con que desprende de ellos su metodología. Sus aportaciones a la Historia de la Pedagogía merecen ser conocidas y reconocidas tal y como se está haciendo, al incluirla en todas las listas de pedagogos relevantes del siglo XX que han ido apareciendo en los últimos años.

La metodología aplicada en las escuelas Montessori ha ido cambiando porque si se hubiera mantenido tal y como su autora la planteó hace casi cien años, habría quedado (como le hubiera ocurrido a cualquier propuesta educativa o de otro tipo, que se hiciera con pretensiones de rigidez) obsoleta y difícilmente podríamos hablar de la vigencia de Montessori en la sociedad actual. Los planteamientos de Montessori que mantienen hoy plena vigencia son, básicamente, sus planteamientos teóricos: el centrarse en el niño como ser humano en proceso de desarrollo, su defensa del aprender haciendo y de la autonomía personal, su concepto de educación que va más allá de la acumulación de contenidos, y el considerar la actividad motriz y los ejercicios sensoriales como fuentes básicas para el aprendizaje y el desarrollo. Sin embargo, tanto las actividades concretas que proponía para adquirir conocimientos en las distintas áreas de desarrollo y aprendizaje, como el material, han ido siendo revisados y modificados de acuerdo con los conocimientos y recursos que hoy contamos.

La pedagogía Montessori ha vuelto a estar de moda desde hace algunos años y van apareciendo nuevas escuelas en sitios dispares. La explicación de este nuevo éxito puede estar en que el pensamiento pedagógico oscila a lo largo de la historia entre dos polos: uno subjetivo y otro objetivo. Cuando una civilización cree en su tradición y tiene una alta opinión de sus valores, la educación acentúa el polo objetivo. Desde esta perspectiva, nos debería sorprender que en una época en que la crítica de la civilización está de moda y ciertos neo-romanticismos vienen a enturbiar el pensamiento para que la pedagogía de Montessori sea considerada y defendida como un especial remedio pedagógico.

En último término, aunque quizá sea lo más importante y retomando de nuevo a Calvino, recordemos que leer los clásicos es siempre mejor que no leerlos y que podemos estar más o menos de acuerdo con Montessori, podemos colocarla sobre un pedestal o bajarla de él, pero no podemos, por menos, de ver en ella y en su obra a un clásico del pensamiento pedagógico. Adentrémonos, por tanto, en esta aventura personal que nos permita descubrir lo que hoy nos dice Montessori.

Carmen Sanchidrían Blanco, Introducción del método de la pedagogía científica, María Montessori.